viernes, 5 de marzo de 2021

ANTOLOGÍA 2020: DECIRES Y SABERES

 



 DECIRES Y SABERES
 
Bajo la sombra de un árbol, el abuelo me palmeaba la espalda mientras daba respuesta a la incógnita que la adolescencia arropa: «Cómo explicarte, hijo, que la vida es un enigma, nunca sabes el rumbo que puede tomar. Vine hasta aquí pensando hacerme rico y al poco regresar. Así se va construyendo la historia, pero sueño con volver alguna vez a mi tierra castellana».
 
Frente a terrones antiguos, el abuelo aventó destrezas de avezado campesino, difundió la relación de témporas y vientos y desveló secretos guardados con celo. Cautivado por la bondad del pueblo andino, el intercambio de decires y saberes hizo nido en su corazón y adaptándose al lugar participó en festejos y tradiciones. Ellos le enseñaron a cazar en la selva, a desviar el cauce del río donde los peces, desorientados, se dejaban atrapar. Supo de plantas medicinales y se prendó de una joven de piel de ébano y dientes perlados que le descubrieron la risa. Con ella aprendió a ser flexible, su horizonte se amplió al diferenciar los aciertos del colonialismo de las aberraciones cometidas.
 
Y la metralla de la pasión demoró el retorno. Basándose en el respeto hacia diferentes razas y culturas, el hombre que tanto me quiso hizo de su familia el mayor tesoro, no obstante, las trampas del recuerdo, resbaladizas, le acosaban como pez que se escurre para volver al río.
 
Cuando ya imaginaba hundir los pies en el Tajuña y respirar el aroma de los campos de lavanda, llegó la noche de piedra negándole el sol de la mañana.
 
Amada tierra del abuelo, allí dejó decires y saberes, pero yo, mestizo orgulloso de llevar sangre española, te traigo los suyos aprendidos.
 
 
Carmen Fernández Pérez de Arrilucea
VITORIA-GASTEIZ
(XIV Antología)
 

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