viernes, 12 de marzo de 2021

ANTOLOGÍA 2020: LA CONFESIÓN DEL PADRE LAS CASAS

 



LA CONFESIÓN DEL PADRE LAS CASAS
 
La raza es un hervor de sangre. Siento en mi cabeza una especie de rumor como si estuviera corriendo encaramado a mi propia memoria. Una memoria digo que parece fracturarse a sí misma y salir disparada en varias direcciones; a la vez una memoria no verbal sino más bien visual, olorosa y táctil que me devuelve entre indios que se peinaban y se pintaban frente a aquellos espejos que les trajeron los colonizadores.
 
Sueño todavía, desde el siglo xxi, con aquella polémica entre Juan Ginés de Sepúlveda, defensor del sistema de encomiendas, y fray Bartolomé de las Casas, defensor de los derechos de los indígenas, en el Valladolid de 1550, y sigo preguntándome si no se habrán producido aquellos hechos en alguna otra dimensión, en otro lugar donde la vida existiera antes de que los libros se la hubiesen inventado, y también sueño con un rayo de rojas pampanillas tapando las vergüenzas de aquellos jóvenes indígenas que sin saberlo caminaban hacia el mestizaje. Aquellos jóvenes mestizos perdidos en aquella profunda soledad tan mítica de aquella profunda selva y no dejo de oír sus gemidos o también, aunque sea en sueños, los diez segundos de absoluto silencio sobrevenidos antes de aquel tormento que fue, supongo, cuando descubrí proyectada contra el suelo la sombra de mi desconcierto, mi absoluta ignorancia ante un futuro del que hasta entonces creía haberlo conocido todo, y fue también al poco de aquella destrucción cuando recordé las consoladoras palabras de la Católica Reina: «¿Acaso estos no son hombres? ¿No son hijos de Dios? ¿No merecen ser bautizados? ¿No debemos ilustrarlos acerca de la existencia del Criador?».
 
Somos mestizos. España es mestiza. América es mestiza. El mundo lo es. Ironía perversa del destino, pero natural al fin y al cabo.

 
Luis Miguel Carreras Jiménez
Licenciado en Derecho y Ciencias de la Información
(XIV Antología)
 


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