«… El niño había caído a las
vías. Desde el andén se avistaba la llegada del mastodonte. Ibrahim se lanzó en
su rescate. El niño salió ileso y el tangerino lastimado… ¿Qué mejor mestizaje
que aquel protagonizado por un sin papeles tangerino y un niño procedente de la
sociedad del estado del bienestar?» (pág. 152, Ángela Hernández Benito, «El
silencio y las rosas»).

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