FORJANDO MI IDENTIDAD
Eran
los años sesenta del siglo xx y a
mis nueve años vivía en un lugar donde se preconizaba la idea del progreso,
esta tierra tenía que ser mejor y más productiva. Se tenía el deber de hacer
«patria», es decir, tener muchos hijos y esos niños deberían aprender a leer y
a escribir. Sobre todo, se requería forjar una fuerte identidad patriótica.
Había que desdeñar, aunque esto fuera una ilusión, todo lo que no se
relacionara con nuestra «raza de bronce», glorificada por el insigne poeta
Amado Nervo. A tres de mis hermanos les dieron además de su nombre cristiano,
uno náhuatl: Cuauhtémoc, Citlalli y Cuitláhuac. Empecé a preocuparme y tras
otra serie de circunstancias, mirando mi imagen en el espejo comprendí mi dura
realidad, yo no tenía la más mínima relación con lo que se hablaba en mi casa
ni en la escuela. Sobredimensioné las cosas, estaba en graves problemas y, sin
duda alguna, era lo que en mi pueblo denominaban «güera». Tenía que buscar cómo
disipar mis penas y encuadrar en el contexto. La ocasión se presentó, me
mandaron por el acta de nacimiento de mi abuelo, la recogí y siguiendo mis
malas costumbres, según mi madre, me senté en la banqueta a leer el documento.
Vino la gran sorpresa, describían a mi abuelo algo así como: «varón, nacido
vivo, mestizo…». Entonces vi una luz en mi camino, inicié una búsqueda y en
esta, llegué a la siguiente conclusión: que más allá de mi piel tan blanca, más
allá de mis ojos verdes y de mi pelo rubio prevalecía también en mí un
orgulloso linaje de estos mis lugares, de estas mis tierras, de los indios
coras, denominados por ellos mismos como naáyarite. Cesaron mis preocupaciones
para dar paso a otras más propias para mi edad. Nací de este lado del mundo,
tengo identidad mestiza y soy para mis contemporáneos del pueblo la Güera.
Martha Judith Arias Merino
TECOLOTLÁN, Jalisco (México)
Doctora en Ciencias
(XIV Antología)
TECOLOTLÁN, Jalisco (México)
Doctora en Ciencias
(XIV Antología)
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