10 000 KM
el océano atravesé sin saber qué me deparaba la vida,
de mi España salí para como mis ancestros
solo hallar miedo e incertidumbre,
también pasión por aventurarme a lo desconocido.
No creí encontrarte,
cómo encontrar un tesoro,
pues parecían historias inventadas
de conquistadores y piratas
en largas noches de espera antes de divisar tierra,
para no perder la esperanza
de un día llegar a pisar la arena fina,
de lo que hoy llamamos el Caribe.
El más romántico personaje de ficción
se aleja mucho del color de tu piel morena
que invita a soñar con el sol dorado.
Cómo pensar que un zacatecano,
hijo predilecto del mestizaje entre conquistadores y nativas,
recitaría poemas con esa voz insinuante
de algo propio de un donjuán de antaño,
entre el amor y la lujuria, y por qué no, también algo de locura.
Tesoro abierto por tantos otros
que nos hizo pasar las noches en vela
para que las musas y los duendes hallaran lugar
en lo alto de la azotea y bajo la luz de la luna.
Así los artistas intercambiábamos
poemas, cuentos, relatos,
incluso música de nuestro compañero que del Oriente venía,
acompañando tu garganta suplicando el grito libre.
Emocionando hasta las arañas
que solo piensan en la presa de su tela.
Y los gatos quietos y silenciosos
nos observan en las sombras.
Así acabábamos con las horas del reloj
y el mezcal enjugando el alma.
ALBACETE
(XIV Antología)
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