HUELLAS
INVISIBLES
Donde
termina el Camino de Santiago, en la plaza do Obradoiro, se divisa un pasado,
un presente y un futuro. Entre monumentos ostentosos y simbólicos, cuya
arquitectura evoluciona del estilo románico a la mezcla entre lo espiritual y
lo mágico, se asoma un edificio tan particular como único. Particular por sus
funciones y único por su destino. Y es el Hostal de los Reyes Católicos.
Allí
afuera, al otro lado de las fronteras que separan el Hostal de la ciudad, es un
día a principios de noviembre. El viento y la lluvia no dan tregua. La plaza do
Obradoiro está vacía. En el portal, una chica espera a sus amigos.
El
frío hace larga la espera. La chica oye un zumbido que llega del claustro. Se
acerca. Se fija en los reflejos que la fuente dibuja sobre las piedras mojadas.
Escondida por debajo de las bóvedas que rodean el claustro, la chica se sumerge
en la vida invisible del Hostal. Conoce la historia y la relaciona con el
lugar. Su imaginación la traslada al mundo de monjes-médicos y peregrinos, que
por debajo de las bóvedas caminaban y por la noche se retiraban a sus
aposentos.
Hoy
las celdas diminutas son estancias lujosas. Si se cierran los ojos, se
escucharían los jarritos del boticario, los suspiros del mayordomo, la misa en
la iglesia, el traqueteo de las cucharas y los platos en el comedor, el
griterío desde la cocina.
Antaño
y hogaño se yuxtaponen. La realidad es mezcla de enigmas. Recorrer los
laberintos del Hostal es un privilegio que conduce a los misterios del Camino
de Santiago. El silencio invade los pasillos. Las alfombras rojas amortiguan el
eco de los pasos que repercuten en la distancia. El sonido de la lluvia, que
golpea las baldosas de los claustros, acompaña al silencio en una consonancia
perfecta.
Bozhana
Stoianova Stoeva
Licenciada en Relaciones Económicas Internacionales por la
Universidad de Economía Nacional y Mundial de Sofía y doctora en Ciencias
Políticas por la Universidad Autónoma de Madrid
(XIV Antología)
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