«… La
clave ha de estar en poner en valor lo valioso, en unir mucho y bien antes que
en separar. Y, también, en atender a la justa medida de cada cosa, en la mesura
de la mixtura para calibrar y arribar a buen puerto todos juntos. Porque la
ocasión lo merece, porque merece la pena obrar una fórmula magistral y armónica
de aprovechamiento mundial. Porque «todos», razas y cunas aparte, sin distinción
de credos ni de latitudes ni de otra diferencia cualquiera, nos merecemos ese
lugar común de nuevo cuño…» (pág. 230, Raúl Castañón del Río, «Cultura de la
mixtura»).
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