CRISTO NO SE AUSENTÓ
«Trocósenos reinar en vasallaje». Como maestra de Historia, volando hacia México donde pronto daré mis clases, repaso estas palabras llenas de dolor del Inca Garcilaso de la Vega tras la caída del Imperio azteca e inca. Sin embargo, tras recibir formación de las letras españolas, acogerse a la santa madre Iglesia católica y aprender latín junto a otros hijos de conquistadores, Garcilaso ve la España elegida por Dios «para alumbrar con lumbre de fe a las regiones que yacían en las sombras». El canónigo Juan de Cuéllar, su maestro, soñaba con ver a alguno de sus alumnos en la Universidad de Salamanca.
Tan solo cuarenta y seis años después del descubrimiento, cuando aún el olor a pólvora flotaba en el viento, las armas se limpiaban y los caballos se herraban, un nuevo cosmos se alzaba sobre las ruinas humeantes del anterior. El 28 de octubre de 1538, en Santo Domingo, se fundó la primera universidad del Nuevo Mundo: el centro universitario de Santo Tomás de Aquino. La monarquía hispana creó hasta el siglo xix en las Indias más de veinticinco universidades, dieciséis colegios mayores e incontables escuelas, como la de San Pedro Gante, que llegó a tener mil alumnos. Ningún imperio puede compararse al español en cuanto a universidades fundadas.
España transfirió durante trescientos años no solo gente, plantas y animales, sino también instituciones europeas al Nuevo Mundo. Separado por un inmenso océano, pero en terreno común, se construyó un puente invulnerable entre razas, culturas y políticas, vínculo con nuestro pasado y con nuestro futuro. Incesante fluir de la ciencia, del arte, de las letras, en definitiva: un maravilloso mundo de conocimiento compartido. Ahora, doy gracias a Dios, por ser parte de ese puente que invito a cruzar.
Amante de la literatura. Madrileña de raíces toledanas
Publicaciones: «Operación Biquini» en Deshilachadas; «Corazón marino» en Cuentos para el andén; y los cuentos infantiles «Ándriu el elefante soñador» y «El hechizo de Adelina»

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