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La Española a 2 de marzo del año 1559
Doy gracias a mis padres que, por tener una boca menos que alimentar y una excusa más para alcanzar la bendición divina, me encomendaron a la orden dominica. Ellos sin darse cuenta me abrieron la puerta a la Universidad de Salamanca, donde encontré la llave del conocimiento que cambió mi vida.
A mi maestro, Alonso de Guzmán, le debo el embarcarme en esta aventura de hacer llegar nuestra cultura a este nuevo continente, la oportunidad de «facer España» a miles de kilómetros de ella se ha convertido en el centro de mi universo.
Agradezco a cada uno de los alumnos que han pasado por las aulas de esta Universidad de Santo Domingo todo lo que me han enseñado, que empiezo a creer que es mucho más de lo que han aprendido con mis enseñanzas. A mi querido Apolinar Méndez que me ha acompañado desde el inicio de esta andadura con sus ansias de saber y con esa capacidad de aprender en poco tiempo lo que en Castilla tardan años en dominar, tanto él como el resto de mis pupilos aborígenes me han dado una lección magistral de lo que la educación puede transformar y mejorar la vida de un ser humano.
En esta noche oscura, tal vez la última, me encomiendo al Creador en paz y con la satisfacción del deber cumplido, solo me queda implorar el descanso eterno.
Madrid
(XV Antología)

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