EL LENGUAJE DE LAS PIEDRAS
Cuando
fray Luis de León pronunció su famosa sentencia «como decíamos ayer» en la
Universidad de Salamanca, tras sufrir el ostracismo por traducir el Cantar de
los cantares a la lengua romance, a ese castellano en el que el pueblo llano
pedía el pan y oraba, tanto en la sala capitular como en otras estancias de
este viejo convento limeño del Rosario ya se habían educado en la fe cristiana
y en todas las enseñanzas a varias generaciones de los hijos de estas tierras y
de los que llegaron de otras latitudes y mezclaron su sangre para hacer del
mestizaje una sola raíz. Sí, ya entonces, en 1576, mis paredes rezumaban
sabiduría, no en vano el emperador Carlos I, veinticinco años antes, otorgó su
venia para mi fundación, la Real Universidad de la Ciudad de los Reyes de Lima,
que pasa por ser la universidad decana del nuevo continente y que, caprichos de
la fortuna (aquí viene al pelo el tópico, pues se sometió a sorteo mi
nominación entre los nombres de los cuatro evangelistas), tomé el nombre
definitivo de Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Después, los siglos de
labranza de una sapiencia inmarcesible y las puertas siempre abiertas a la
erudición concluyeron con el paso por mis aulas de algunas de las mentes más
brillantes en todos los campos del saber y de literatos que solo, nada más y
nada menos, con la fuerza de sus palabras nos han hecho vibrar, valgan como
muestra los sanmarquinos Bryce Echenique, Blanca Varela, César Vallejo, Vargas
Llosa… Sí, aquí las piedras hablan y miman esa lengua que usó fray Luis para
traducir del hebreo una obra que, ¡cómo no!, canta al amor; porque el más
universal de los sentimientos cuando llega de la más universal de las lenguas
hace que decir algo tan sencillo como «te quiero» siga siendo puente, acorte
distancias. Una corazones.
Manuel Laespada
Autor de catorce poemarios publicados, merecedores de otros tantos premios, entre ellos el Ciudad de Pamplona, Ciudad de Mérida o Tardor de Castellón
(XV Antología)
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