miércoles, 19 de octubre de 2022

ANTOLOGÍA 2021: PARA QUE LLEVEN MI NOMBRE

 



PARA QUE LLEVEN MI NOMBRE 


Siendo niño, los padres me enseñaron el oficio de la talla en madera. El buen Dios, mientras tanto, me obsequiaba con el preciado don de la orientación. En este año del señor de 1620 combino mi misión en la tierra con mi oficio. Guío la recua de mulas hacia las seis estancias de la Compañía y en el único carro que sin conductor y con cuatro caballos vuelven los pagos y tributos, tallo cada atardecer el lema universitario: «Ut portet nomen meum».

Alguna vez lo terminaré y he de lustrarlo, ajeno a las riquezas que transportamos para financiar la universidad. Mis maestros jesuitas me prepararon para el estudio, pero los convencí de que mi verdadera misión era guiar a los hermanos por los senderos que según las lluvias de cada año podían desaparecer y ocultar el acceso a las maravillosas estancias de la orden. Vivo mi libertad en este contacto permanente con las manifestaciones del buen Dios en nuestra tierra. Cada arroyo es un milagro. Y más milagrosos aún son los tajamares que nos darán el agua en la sequía.

Cada año se acercan más gentes a la universidad. Algunos vienen de los confines del virreinato sabiendo que los maestros son gigantes eruditos en sus materias.

Mi mejor hora es cuando robo tiempo al descanso después de dejar todo listo para el día siguiente. Alumbrado por un farol de aceite, avanzo lentamente en mi talla.

Al carro ya lo llaman «la hacienda», y eso es toda una definición. El lema superará ese nombre porque encierra la virtud de los claustros. De hecho, mi mayor solaz son los fogones donde los frailes cuentan sus conocimientos en charlas en las que a veces me pierdo. Después de los rezos nada se compara al cielo estrellado de las serranías o de los llanos. En los meses de invierno es más duro viajar a las estancias. Pero es para eso que estamos acá.

  

Edgardo E. J.
(XV Antología)
 

 

 


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