«… Y como la felicidad habita
en las raíces, volvió con ánimos de morar en el placer de los bosques sin
sendero. En su periplo, había rebosado lágrimas, más aún después de afincarse
en una casa castellana...» (pág. 198, Luisa Fernanda Rodríguez Lara, «Lágrimas
y favores»).
No hay comentarios:
Publicar un comentario