DULCE PERFUME QUE PERDURA
Todavía salta a mis
ojos el rostro transpirado por el esfuerzo, enrojecido por la convicción y ágil
por la misión impuesta. Con la sotana arremangada, remueve el olivo. Pala,
pico, brazos, piernas se hunden en el pozo profundo y húmedo. Donde estuvo un
árbol de paz, germinará la semilla del cerebro y la tranquilidad del espíritu.
Cosa rara la de estos
gallegos… que en realidad son valencianos. Desde mi niñez de monaguillo y
coreuta no me imaginaba aún estos firmes pisos de mármol, estas paredes
protectoras, este perfume a limpio, estos bancos consolidados de sabiduría.
Andaban con la cruz y la palabra. Espadas, a veces en algún insulto
inentendible y esa lucha sostenida por espacios y más aulas. Un incendio nos
dejó casi sin libros y sin espacios para la cursada. Por eso, hemos regresado a
este reducto, antigua cancha de fútbol, sombras y juegos. Ya llegarán los que
saben, los que leen y los que escriben. Traerán desde la docta, el añejo
perfume de la colonia que se hizo nación y conservó la rebeldía, con la
libertad en canto y sacrificio enaltecido. ¡Es una garra de energía el encendido
discurso de la gramática! Hay algo que conmueve y también que identifica.
Desde el ventanal que
da a la plaza del héroe local, se levanta el mismo relente de vida que debe
haber alumbrado al primer nauta que llegó a esta tierra. Trajo recursos poco
transparentes, pero también una carta de fundación luminosa.
Y al compartir la
lengua transformada, liberadora, podemos escribir nuestra historia que une esos
ríos de cauces profundos y gratos aromas al alma.
Jorge Enrique Hadandoniou Oviedo
(Jeho)
Villa Mercedes, «La ciudad
de la calle Angosta», San Luis (Argentina)
Poeta, escritor, docente
jubilado
(XV Antología)
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