UNA EDUCACIÓN PARA TODOS LOS HIJOS DE DIOS
Tras haber alcanzado el dominio de la lengua latina, el griego, el árabe, el hebreo, el italiano y el francés, el doctor en Derecho Bartolomé Frías de Albornoz decidió ausentarse por un tiempo de su cátedra en la Universidad de Salamanca para cruzar la mar océana con el fin de ir a estudiar el náhuatl hablado por los mexicas. En dicha travesía perdió parte de los libros que había escrito. Pero esta peripecia no le causó ningún pesar, puesto que todo lo tenía guardado en la biblioteca de su privilegiado cerebro.
Al incorporarse a sus clases en la Real y Pontificia Universidad de México, descubrió que los estudios superiores se encontraban vetados para los alumnos indígenas que ya habían iniciado su formación académica básica en las escuelas parroquiales denominadas «doctrinas».
«El consumado en todas las lenguas», llamado así por el gramático Francisco Sánchez de las Brozas (más conocido como el Brocense), adepto a la tesis de la Escuela de Salamanca de que la conquista de las Américas no podía considerarse legítima, siendo necesario por lo tanto reconocer y defender los derechos y propiedades de la población nativa, hizo todo lo posible para que los naturales pudiesen recibir las enseñanzas de la filosofía, la gramática latina, el derecho y la medicina.
Y fue así como «el doctísimo» llegó a impartir su cátedra de Derecho Civil de forma bilingüe a aquellos estudiantes ávidos de conocimientos, cuyos antepasados habían adorado a Huitzilopochtli, la máxima deidad mesoamericana injustamente demonizada por los europeos.
Luis Gabriel David García
Madrid
Profesor universitario, de enseñanza media y periodista con experiencia en todos los medios Actualmente es miembro del Departamento de Lengua Castellana y Literatura del IES Universidad Laboral de Málaga
(XVI Antología)

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