«… Cree
Francisco que los indios son legítimos dueños de sus tierras y destinos, que
las guerras no son lícitas cuando persiguen el lucro o el quebranto del
contrario. Pero teme Francisco que abandonar al indio a su albedrío signifique
el fin de la fe en el Nuevo Mundo. Comparte Francisco objetivos, pero no
métodos, ¿cómo avenirse, entonces, con aquel que de allí viene, tan diferente?...»
(pág. 26, Max Valero, «El temor de un hombre bueno»).

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