«… Fue una red: los que allá en Salamanca abrazaban el
estudio; los que los leyeron; los que viajaron por los mundos viejo y nuevo;
los que entendieron que hay algo inalienable en las pieles, los mapas y los
tiempos, y que acuerdo, libertad y respeto eran siembra de paz. Y se abriría la
modernidad de esa aldea que se haría global desde el mar, la bitácora, las
crónicas, el sueño. Y ahora despierto. Y las alteridades no terminan. Y hay
tanto por hacer» (pág. 24, Lourdes C. Sifontes, «Rompido Sueño»).

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