PREMONICIÓN
DEL PORVENIR
Seudónimo: Xavier de Penedo
Se define como «viajero sin destino, pobre aspirante a escritor a la caza de sueños fugitivos y empleado en oficinas imaginarias». Vive en el norte, a veces viaja hacia el sur, ha plantado cientos de árboles y publicado algunos libros
(XVII Antología)
Hay en la mañana una tibieza
como de ciervo leve que sale al alborear de su guarida. Isidoro camina por la
Santa Jerusalén, la basílica diocesana de Hispalis, absorto en las fantasías
heréticas surgidas del tronco común del cristianismo. Son como anguilas
ubicuas, escurridizas, que se revuelven para capturar a presas incautas y
esfumarse en el cieno.
En sus Etimologías figuran los menandrianos, seguidores de Menandro,
convencidos de que el mundo fue creado por los ángeles y no por Dios; los
acuarios, que ponen en el cáliz consagrado solo agua; los gnósticos, que creen
en un dios bueno y uno malo; los cerintianos, aspirantes a gozar de los
placeres carnales por mil años tras la resurrección de los cuerpos; los
nicolaítas, dados al intercambio de esposas; los adamianos, seducidos por la
desnudez de Adán, empeñados en vivir y orar desnudos; los patricianistas, para
quienes el cuerpo humano es obra única del diablo...
Entre todos, los que parecían
propagarse como la peste en noches custodiadas por un séquito de sombras eran
los seguidores de Arrio. Pero el último concilio de Toledo los ha apartado
hacia los caminos agonizantes de lo imposible.
Ahora Isidoro sueña con una Spaniae
liberada de herejías, florecida de los mejores frutos de la nación goda,
amparada en monarcas bendecidos por la ecuanimidad. En sus Sentencias dejó
escrito que los reyes y príncipes «han de favorecer a los pueblos y no
perjudicarlos; no oprimirlos con tiranía, sino velar por ellos siendo
condescendientes».
Esa Spaniae será fértil en
mieses, pastos, vides, olivos y rebaños. Sus hijos heredarán las estaciones de
la fecundidad y el buen aire del esclarecimiento. Sí, algo parecido a este
airecillo tibio que se infiltra bajo los cimacios de la basílica como un
aliento premonitorio del porvenir.
Seudónimo: Xavier de Penedo
Se define como «viajero sin destino, pobre aspirante a escritor a la caza de sueños fugitivos y empleado en oficinas imaginarias». Vive en el norte, a veces viaja hacia el sur, ha plantado cientos de árboles y publicado algunos libros
(XVII Antología)
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