«… A veces, cuando el cansancio
y la duda te abruman, te acuerdas de tus primeros años en la Iglesia, cuando
eras un joven monje lleno de entusiasmo y pasión por la fe. Recuerdas cómo tu
maestro, Leandro de Sevilla, te enseñó a amar y a servir a Dios con todo tu
corazón. Y, aunque ahora las circunstancias son diferentes, sientes que el amor
y la pasión por Dios siguen ardiendo en tu corazón con la misma intensidad.
Sientes que Dios te ha llamado a una misión especial y que él te ha dado los
dones y las gracias necesarias para cumplirla» (pág. 48, Jesús Ángel Tiburcio
Figueroa, «Obispo de la esperanza»).
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