martes, 2 de abril de 2024

ASÍ ESCRIBEN NUESTROS AUTORES

 




«… Al único que he envidiado en mi vida es a Isidoro, aquel anciano obispo de Hispalis que dirigía los concilios en Santa Leocadia. El hombre más sabio del mundo, decían. Me quedaba embobado escuchándolo. Cuando era niño, un enjambre de abejas entró en su cuarto y le puso miel en los labios. Por eso sus palabras eran tan suaves y tan dulces. Por eso se deslizaban sin tropiezos…» (pág. 62, José Antonio Gago Martín, «La voluntad de Dios»).


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