«… “Si hemos de sobrevivir como cristianos, tenemos
que mudar la piel y levantar a este lado del Mediterráneo un reservorio de fe
animado por las energías vigorosas de los hombres del norte, cuya pujanza ha
valido siempre para que el sur no languideciese ensimismado en el crisol de su
autocomplacencia. Como un cangrejo ermitaño, la vieja concha es abandonada y
yace varada en la historia, con la gloria y la nostalgia propia de las ruinas
quebrantadas”» (pág. 76, David Espasandín, «Pasar página»).
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