LA OBRA
INABARCABLE
Soraya Martínez Martínez
Madrid
(XVII Antología)
El sacerdote
subió corriendo las escaleras para anunciar la esperada noticia a su
excelencia. Acababan de llegar desde Hispalis seis enormes baúles llenos de
innumerables legajos.
Braulio, el
ahora obispo de Zaragoza, era su destinatario y tenía el encargo personal de su
amigo y mentor, el arzobispo Isidoro de Sevilla, de guardar y proteger su
enorme trabajo y lo que es más importante, fallecido ya su amigo, el dar
continuidad a su gran escuela. Hacerlo llegar hasta el último monasterio y
reproducirlo con el fin de que sea distribuido por todo el mundo conocido sería
su misión.
Como
discípulo de Isidoro, muy pronto quedó admirado por la oratoria del sabio. Con
raudal elocuencia, su palabra y gesto sincero se esforzaban en enseñar la clave
de lo que debía considerarse una correcta forma de vida y el rechazo a toda
ociosidad.
En los
últimos años en la catedral de Sevilla, Isidoro le mostraba el inmenso tesoro
de la biblioteca episcopal y cómo esta se había convertido en la parte más
importante del cenobio.
En las
estanterías del scriptorium se albergaban tanto grandes obras literarias como los
códices más raros de cualquier libro conocido. Algunos de ellos encadenados,
pues si grande era el temor al robo, más lo era la pérdida de esa parte de la
historia y su cultura.
Mientras los
visigodos y su barbarie hundían sus raíces en la cultura romana y la herejía
arriana asolaba el territorio de España, mayor era el esfuerzo del de Hispalis
por mantener viva la línea de pensamiento clásico y así protegerla del olvido.
Frente a la montaña de legajos, sacerdote y obispo se
miraban emocionados, y no era para menos. Habrían de buscar la forma de agrupar
en tomos los orígenes, la vida y toda la historia conocida hasta la fecha.
Sería una obra inabarcable.
Madrid
(XVII Antología)
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