OBRA
Eran tiempos revueltos para la lengua española. Se escuchaban las voces
de las palabras. Unas apocadas, otras lúcidas, otras volteadas por las gentes.
Todo era intempestivo y desordenado. Aquellos sonidos atrapados en su
pronunciación alteraban los modos en diferentes lugares de España. Lo enredaban
todo. Grafías vacilantes, consonantes trastocadas, fonemas sibilantes, que si
seseo o ceceo por aquí o por allá. Una correlación unívoca parecía inminente.
La brisa renacentista soplaba hacia la península ibérica anunciando la llegada
de un cambio. Todas las voces clamaban su presencia. El oficio debía ser
compatible con lo moderno y descubridor para que el lenguaje transmutara, lo
fragmentado encajara, las piezas se acomodaran. Un criterio nuevo. Lo hablado
con lo escrito y lo escrito con lo hablado.
Sería una obra transcendental, con una visión clara y reformista. La
lengua popular se hacía culta. Nacía la oración estructurada como un acto
significante, formando líneas ordenadas para crear un registro. Era la causa de
Nebrija, la de la lengua española. Las palabras se entrelazaban con afán
desmedido. Ortografía, prosodia, etimología y sintaxis las relacionaban.
Testimonio irrefrenable de originalidad. Certeza. El arte de hablar y escribir
un lenguaje con categoría. Nebrija sería la impronta que navegaría los océanos
para incursionar junto a Colón en otras tierras continentales, impulsando la
lengua castellana de un momento histórico a otro. Una estampación conquistadora
que «facería Españas» en América y una América que sería su caja de resonancia.
Betsy Elvira Balestrini Hernández
Caracas (Venezuela)
Caracas (Venezuela)
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