«… Y en estos ojos del obispo san
Isidoro, hombre de estirpe hispanorromana por la rama paterna y goda por la
materna, no existía otro afán que la unificación de los pueblos de las dos
Españas; una, la de los dominantes visigodos. El éxito de la unidad deseada de
las dos Españas llegó con el rey godo Recaredo cuando, en el III Concilio de
Toledo, se convirtió al catolicismo y abjuró de la herejía arriana…» (pág. 152, Isabel
García Viñao, «¿En qué ojos?»).
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