«…
Tres
cipreses desafían ahora mis ojos ofreciéndome sombra grave que presagia el
final y pienso en aquellos otros cipreses de Bolonia que escoltaban mi camino
hasta la basílica de San Petronio, donde conjuré mi voluntad para luchar contra
el desbarajuste de los falsos gramáticos latinistas que ladroneaban latinajos
con la pobre artillería de la rutina y de la enfangada ignorancia…» (pág. 20,
Xavier de Penedo, «Monólogo para vivenciar a Nebrija»).
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