viernes, 11 de abril de 2025

ANTOLOGÍA 2024: LETRAS Y VELAS

 



VELAS Y LETRAS
 
 
En la imprenta, casi clandestina, la luz se abre paso con dificultad a través de una pequeña ventana y descubre, tras un haz de polvo en suspensión, una pila de libros con un mismo título: Gramática de la lengua castellana. Con el último tomo entre sus manos, Nebrija —los ojos cerrados— aspira el olor del papel recién impreso. Envió el primer ejemplar a su reina, atendiendo en el prólogo las dudas que aquella manifestó tiempo atrás cuando tuvo ocasión de contarle su empresa. «¿Para qué glosar aquello que se aprende de modo natural?», vino a decir. Estuvo hábil fray Hernando, su anfitrión, advirtiendo de lo útil de disponer de una herramienta que hiciera del castellano la lengua de todos sus vasallos.
 
Isabel, con la Gramática en sus manos, arrullada por el rumor del agua, apura sus últimos días en la Alhambra. Nebrija siempre le pareció presuntuoso y no le gusta que en el prólogo le recuerde sus recelos. Aun así, puede que tenga razón y que el vencedor se imponga al vencido con la palabra. Que la pluma sustente lo que gana la espada. Que el castellano venga a ser la lengua de quienes aún están por descubrir. Justo entonces, su pensamiento se va allá donde se encuentre el genovés, ese otro pretencioso.
 
Colón, que ha hecho escala en Gran Canaria, repara el timón de la Pinta. Con todo, tiene prisa y arriesga y, aun sabiendo que las velas latinas se adaptan mejor a los caprichos del aire, decide cambiarlas por otras cuadradas: con viento de popa avanzará más rápido. Se hará de nuevo a la mar y cuando toque tierra, habrá descubierto el Nuevo Mundo.
 
«Quel vencedor pone al vencido y con ellas nuestra lengua», escribe Nebrija. Como hiciera el latín con Roma. Pero, esta vez, con una misma fe. «Será la lengua —piensa Isabel— la que sustente el imperio. La vela, la espada y la lengua».
 
 
Max V. B.
(XVIII Antología)
 
 
 

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