TANTO
MONTA
Nada
más amanecer, me dirigí corriendo hacia los aposentos del rey Fernando II de
Aragón. Había estado toda la noche pensando un lema, una frase que transmitiera
todo el poder que su majestad había adquirido al casarse con Isabel I de
Castilla y al haber conquistado el reino nazarí de Granada, el reino de
Navarra, Canarias, Melilla y otras plazas africanas.
En
esos días me encontraba estudiando las lenguas clásicas, sobre todo el griego,
y vino a
mi
mente un pasaje del gran Alejandro Magno, gran conquistador, discípulo de
Aristóteles y muy del gusto de don Fernando. Estando Alejandro a las puertas de
Asia, se le informó que según cierto oráculo el hombre que desatara el nudo que
sujetaba el yugo a la lanza del carro del rey Gordios allí custodiado sería el
dueño del continente asiático. Tras varios intentos, Alejandro sacó su espada
cortando la soga de un tajo a la par que pronunciaba la sentencia Nihil
interest quomodo solvantur, o lo que es lo mismo, «Poco importa el modo de
desatarlo». Nadie le preguntó el modo. Lo importante era el resultado. En ese
momento los reyes querían anunciar la unificación de Hispania. Nadie les
preguntaría a los reyes cómo lo consiguieron. Fue entonces cuando vino a mi
mente la frase: «Tanto da cortar como desatar». «Muy larga», pensé. No hay
espacio entre el yugo y las flechas en el escudo heráldico de los reyes.
A
la mañana siguiente su abreviatura me vino con el primer rayo de sol que
encontró mi rostro.
«Tanto
monta», le dije a Fernando. «Tanto monta», repitió Isabel. Y el resto ya es
historia.
Gerardo G. G.
(XVIII Antología)
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