«… Ni Nebrija ni la reina sabían
entonces el alcance de la primera gramática de una lengua vulgar, que tras el
descubrimiento de América serviría de modelo a los misioneros para establecer
reglas gramaticales del quechua y el náuhatl, entre otras, y perdurar hasta
nuestros días…» (pág. 62, Marian Oller Veloso, «Que siempre fue la lengua
compañera del imperio»).
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