«… He cultivado
en otras tierras donde la libertad de cátedra era un hecho. Un lugar donde la
sabiduría se transmite gracias a la integridad de las palabras. Sin injerencias
ni vaguedades. No partirá de la grande España un lenguaje vulgar, pues siempre
ha de ser la lengua compañera del imperio del conocimiento…» (pág. 80, Soraya
Martínez Martínez, «La infinidad de las palabras»).
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