«… A nuestro protagonista le importaba la
humanidad por sobre la omnipotencia de un Dios que prestaba su nombre para
inmovilizar al mundo. Antonio había estudiado todas las posibilidades para
sacar la verdad a la luz y, sentado sobre los conocimientos adquiridos, sentía
cómo se le encogía el estómago ante las consecuencias que se avecinaban.
Rebelarse frente a quienes ejercían el poder podía llevarlo a la muerte…» (pág.
94, Martín André Rosas Ortiz, «Libertad»).
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