«… Tengo
esa imagen en mi dócil retina, me contengo en ella y la sostengo: alcé las
manos al cielo y en un pronunciado esfuerzo doté a la lengua castellana de su
más excelso reclamo unificador. Fue ese continuado diálogo y ese fiel estudio
con las lenguas clásicas, los contemporáneos que nunca me traicionaron. Y
ahora, ahora soy una pluma que vierte el legado de nuestra lengua madre… El
latín, que me dotó audacia y convicción como un faro de eterno eco…» (pág. 118,
María Calle Bajo, «Verba volant»).
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