«… “Injusto sois —cercena el lebrijano—, quise enseñar el
español a los foráneos y mudar nuestra lengua del imperio al Nuevo Mundo;
ataviar una ortografía castellana y hasta estrenarme en derechos de autor, aún
por reclamar en las Españas”…» (pág. 126, Luis Miguel Carreras Jiménez, «Los
gramáticos»).
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