«… Las
palabras de Nebrija me transportaron a un mundo desconocido. Hablaba de la
lengua castellana con tal pasión y precisión que parecía que estuviera
describiendo una obra de arte. Cada regla gramatical, cada excepción, cada
detalle estaba explicado con tal claridad y elegancia que no pude evitar
sentirme cautivado…» (pág. 166, Joaquín Borbalán Palencia, «La gramática del
alma»).
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