La XIX Antología del Premio Orola, titulada «Facer Españas», propone un viaje muy vivo alrededor de la figura de Fernando III el Santo. No es una simple reunión de textos: se siente más bien como una conversación a varias voces, donde cada autor se acerca al rey desde un ángulo distinto y lo trae, con su mirada personal, hasta nuestro tiempo.
La
selección es amplia y diversa. Hay relatos en prosa y poemas que buscan otros
ritmos, como si esa variedad fuera también una manera de recordar que Fernando
III vivió entre dos coronas y en un mundo donde la leyenda y la historia
caminaban de la mano. Gracias a esa mezcla, la lectura fluye con naturalidad,
saltando de tono en tono sin perder nunca el hilo.
En
el conjunto destacan los textos premiados:
El
primer premio, «Testamento de un rey» de José María Remesal Pérez (Lorca,
Murcia), apuesta por una voz íntima, casi de confesión. El autor imagina al
monarca en un momento de balance vital, dejándose llevar por pensamientos que
se convierten en pequeñas sentencias morales, como cuando escribe que «al ver
la sombra de otro hombre, no pregunta su patria ni su credo».
El
segundo premio, «Fernando III: El fundamento de la luz» de Cristina García
Grueso (Tomelloso, Ciudad Real), ofrece una mirada más amplia, quizá más
histórica, pero sin renunciar a lo humano. El texto culmina con un rey
consciente de «su propia fragilidad», alguien que comprende la importancia de
los encuentros entre lenguas y pueblos, y que contempla su propio reinado con
una mezcla de claridad y duda.
El
tercer premio, «Entrada en Sevilla» de Raúl Ordás Fernández (Trobajo del
Camino, León), se acerca a la conquista de la ciudad desde un lugar más
sensible. No se detiene en la gesta, sino en la persona. El protagonista parece
preguntarse —con la ingenuidad de quien aún no se cree a sí mismo— si alguna
vez soñó de niño con llegar a tener un reino. Ese matiz lo acerca al lector y
desarma cualquier tentación épica excesiva.
Uno
de los mayores aciertos de esta antología es que no renuncia al lado épico de
Fernando III —el rey unificador, el hombre de la Reconquista—, pero tampoco lo
encierra en el bronce. Los autores lo devuelven a la vida: lo imaginan viajero,
testigo, un hombre que mira el mundo con fe y curiosidad a partes iguales.
La
variedad de formas también colabora a deshacer la figura en múltiples planos.
Hay pasajes de introspección, fragmentos que rozan el ensayo histórico y
evocaciones poéticas. Todo ello convierte el libro en algo más que una
narración: es una invitación a pensar, a recordar y a escuchar la resonancia de
un pasado que todavía nos alcanza.
En
conjunto, «Facer Españas» es una lectura sugerente, especialmente para quienes
disfrutan cuando la historia y la literatura se entrelazan sin esfuerzo. Al
cerrar el libro, queda la impresión de que se ha tendido un puente entre el
Fernando III que entró en Sevilla y la mirada de los autores contemporáneos,
que encuentran en él una metáfora del legado, de la unidad y de esa identidad
que nunca deja de transformarse.

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