«… Para mí, Toño era un hombre que
plantaba geranios rojos en el patio y los balcones, porque sabía que me
gustaban. Un padre que jugaba con Marcelo y Sebastián al ajedrez, y con todos
al escondite. Que organizaba concursos de latín en los que siempre ganaba
Sancho y que entusiasmó en las letras tanto a Fabián como Alonso, los cuales
siguieron sus pasos como maestros…» (pág. 182, Beatriz Gómez-Pablos, «Toño»).
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