FLORILEGIO (9ª entrega)
- Tenía diez años y una confusión de números en la cabeza. De un salto, me acerqué a la maestra y le dije: “Señorita ¿puedo recitar una poesía?”. Ella respondió que sí. Declamé con toda la fuerza de mi alma y regresé a mi silla convencida de que la maestra no me suspendería por lo bien que había recitado en pleno examen de aritmética.
- Ojalá esta mañana sea distinta, pienso. Ahí está ella. Una sola mirada, cada mañana, y el recuerdo de fuego me persigue hasta el insomnio. La publicidad del cartel muestra una playa paradisíaca y tranquilizadoramente desierta.
- Las moscas revolotean en círculos en el patio interior de la casa. -¡Niño! Estate atento, deja de perder el tiempo mirando moscas y presta atención a la clase de religión.Dios está por encima de nosotros…
- El tercer mundo nunca alcanzará al primer mundo: todos seremos modernos tercermundistas. Mi esperanza llegará cuando esté obligado a refugiarme en casa para salvar la vida.
- Hacia abajo, mi compañero de cordada y ochocientos metros de hielo y vacío. Hacia arriba quinientos metros más de estrecho corredor vertical. Insisto en clavar la punta del piolet hasta que mi pie se frustra, patino y no consigo acertar. Caigo en picado quince metros confiando que el último tornillo que he asegurado resista…
- Hoy me regalaron un reloj de arena. Son sólo tres minutos. Así es que he decidido liberarlo para entender que lo importante no es poseer el reloj, sino la magia de cada momento.
- No hace mucho llegué a la conclusión de que no existen los amigos. Me he equivocado de siglo, me llaman rara. Mis mejores amigos son los perros, nos adoramos mutuamente y no tienen ombligo.
- A mí me gustaría eso que mi padre llama un “imbécil”. Un hombre…que me escuche con interés; y me hable con interés…que comparta durablemente los trabajos de casa – que haga la cama por lo menos-…que sea honesto…que tenga un sentido del humor a prueba de balas…un imbécil, vaya.
- No me lo podía creer. Allí estaba mi nombre y la nota del examen. Salí de la facultad. Volví la cabeza, y divisé a la catedrática de la asignatura. Abrió la ventanilla y me coaccionó: “¿Te ha gustado la nota?, pues sube”.
- A favor, tenía lo inesperado y las ganas de vivir una aventura. Le vi sonriente en el andén. Aún recuerdo el beso con las luces de Barcelona a nuestros pies…
- Ya no se tienen en pie las pajaritas de papel. Se abaten. Ya no vuelan mis aviones de papel. Se estrellan. Ya no flotan los barquitos de papel. Se hunden.
- Mi cuerpo es mi único barco. Mis pensamientos son mis criaturas. Yo soy quien va detrás de las impresiones; soy el perseguidor de palabras.
- Es emotivo cruzar los pueblos manchegos a la hora imprecisa del alba, cuando los campesinos acuden a la llamada de la tierra con una rosa de silencio dormida entre los labios.
- Si miro hacia atrás, veo personas con mi mismo nombre, pero ninguna es igual. Sólo una de esas vidas que viví valió la pena, cuando tuve a mis hijos en mis brazos. Aquella mujer sí valió la pena ser vivida.
- ¿Qué es la locura? Mi locura es la locura de creer que hay gente que piensa igual que yo, porque aun siendo diferente a todos, soy la persona a quien más te puedes parecer.
- Patricia Helena Sacoto Aizaga (“Poesía en aritmética”)
- Germán Rodrigo Ynoub (“Obsesión”)
- Francisco José Segovia Ramos (“Las moscas”)
- Jaime Arracó Montoliu (“Cervezas en silencio, mi suerte”)
- Iván Manzano Espinosa (“Hielo”)
- Cristina de Zordo Toral (“Reloj”)
- Mª Lourdes Aso Torralba (“Ombligo”)
- Luisa Moreno Sanz (“El imbécil”)
- Blanca María Muñoz Rubio (“El trueque”)
- Cristina Peñalosa Giménez (“Las luces de Barcelona”)
- Ángel Maldonado Alba (“Papiroflexias de anorexias”)
- Marcelo Cocilovo (“El perseguidor de palabras”)
- Manuel Terrín Benavides (“Estampa rural de la Mancha”)
- Rosa Besora Agrelo (“Mirar hacia atrás”)
- Mª Aleida Martín León (“La locura”)
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