EL IDIOMA DEL ARRABAL
Las gotas de lluvia
se precipitan
contra los
cristales
en bucles de viento
y negrura.
Son agitadas
pupilas de dulzura
que tornan en
irisadas luces
la madrugada
azabache y abisal.
En las rúas de
extrarradio y dolor
los arbustos de
descuidadas esquinas,
las enredaderas de
terrazas enjutas,
los hierbajos de
abandonados solares,
beben del mismo
maná acuoso
que alimenta a la
flor pura
inquilina de
barrios altos, esbelto talle,
pálido color,
afilada púa,
y a la salvaje flor
de arrabal
que se desmelena,
desvergonzada y
lenguaraz,
en su humilde feudo
de callejón.
Al amanecer,
cuando el agua se
pone el manto blanco
y las gotas
descienden abrigadas de armiño,
todo se cubre de
inmaculado paño,
toda la ciudad es
un espejismo
de risas y
carreras, de alegría
en los rostros de
los niños
que, como jugando,
se olvidan de la barrera invisible
que divide los
barrios solo hermanados por los designios
del idioma
utilizado para «facer las Españas».
Manuel Montes
Rodríguez
(X Antología)
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