Las
colas de los dos mostradores contiguos en el aeropuerto de Madrid-Barajas, que
hacían la facturación de los pasajeros para Sofía y Londres, eran largas y
avanzaban lentamente. Los niños correteaban entre las maletas y sus padres les
reprochaban con severidad.
Las
mamás y los papás de la cola para Sofía se dirigían a los niños en búlgaro, y
estos les respondían en español, con algún vocablo búlgaro intercalado. Los
reproches de los padres de la cola para Londres iban en español y los niños
contestaban en inglés intercalando alguna que otra frase en español.
Los
búlgaros que consiguieron empleo en España volvían a casa para la Semana Santa
ortodoxa, para dar la alegría a las abuelas y los abuelos de reunirse con sus
nietos, que ya son más españolitos que bulgaritos. La frase que mejor sabían
los niños en búlgaro era la que oían a sus padres repetir cada vez que iban a
Bulgaria: «La crisis española es mejor que la búlgara».
Los
españoles que huyeron a Inglaterra del paro en España volvían a sus puestos de
trabajo en las compañías inglesas tras la Semana Santa católica celebrada en
fiestas familiares en casa, y sus hijos no veían la hora de volver al nuevo «en
casa» en aquella isla nebulosa donde están ya todos sus amigos. Sus padres
tuvieron la suerte de establecerse allí antes de que los ingleses cerraran su
sistema social para nuevos advenedizos.
Los
aviones despegaron rumbo a los dos confines opuestos en Europa.
Los dos
confines.
Fines.
Fin.
Kadrinka Kadrinova
Periodista y
escritora
Presidenta de la
Asociación de Periodistas Hispanohablantes de Bulgaria
(X Antología)
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