LOS PECADOS DE LA LIBERTAD
Me he propuesto no
dejar de ser hidalgo en mi talante
aunque el mundo de
hoy no entienda de honra ni de manos estrechadas.
Seré quizá el
último gaznápiro que corteja a damas de dudoso boato,
el último truhan
que paga el convite en la taberna
o el alabardero que
custodia las raíces de nuestro pasado.
Ya no son tiempos
de caminos que empolvan sandalias,
ni de olivos que
nos resguarden del mal sol,
ni de posadas de
pan duro y vino rancio.
Hoy dícese salidita
al campo de los andares entre el polvo,
dícese
climatización de lo que auxilia nuestros calores
y bares los que
sirven pan tierno y mieles en copa.
Mancillamos honores
sin causa alguna,
arrojando al suelo
guantes por la espalda,
a cara cubierta y
sin temor a un duelo de armas.
Dícese de esta
enjundia redes sociales,
con letras
capitales, como nuestros pecados.
Bizarro era aquel
que defendía condados y comarcas
y dícese traidor
ahora a quien lucha por no ser sometido.
Los manilargos ya
no son zarrapastrosos armados con cuchilla curva,
visten ahora nobles
vestiduras y esgrimiendo poder.
Me sublevo con
cabeza gallarda a tolerar más deshonras,
a ser juzgado por
no consentir que se hayan perdido las reverencias,
el besamanos a la
dama y el alzamiento del sombrero;
aunque sí resigno,
no sin torpeza, que algo bueno sí hay ahora:
libertad.
Josep Capsir Comin
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(XI Antología)
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