SUS CALLES
Ya no
reconozco las calles.
Mis
calles.
En las que correteamos cuando éramos niños en los tiempos
en que los automóviles no dominaban el asfalto, donde había asfalto, y la
tierra de los solares, aunque pelada y sin árboles, era escenario de las más
grandes aventuras o de las más apasionantes partidas de canicas en torno al
gua. Por las que paseamos como novios ideando mundos futuros que
protagonizarían nuestros hijos como dueños de aquellas rúas y de nuestros
sueños.
Ya no
reconozco las calles.
Mis
calles.
En las que vimos crecer a nuestros hijos y envejecer a
nuestros mayores. En las que cada mañana el sol era una promesa de libertad y
progreso. En las que la luna en cuarto creciente auguraba más luminosas noches
sin miedo a oscuras creencias. En las que todos caminábamos al unísono sin
necesidad de que nadie avanzase delante ungido por poderes usurpados, en las
que nadie debía ir dos pasos detrás de nadie por quién sabe qué viejas normas
santificadas.
Ya no
reconozco las calles.
Mis
calles.
Ahora ensombrecidas por extrañas tradiciones y sepultadas
en dementes supersticiones atávicas, habitadas por bocas cerradas que propagan
silencios ordenados por milenarias escrituras inamovibles, usurpadas por
derechos recientes que se imponen a otros ancestrales y subvierten todo aquello
que la cultura y el humanismo nos legaron en centurias de razón y estudio,
transitadas por rostros embozados por la obligación de ocultar la supuesta
provocación, solo vista en mentes medievales encadenadas de supinos prejuicios,
de los libérrimos labios, de la sensualidad de la clara mirada y del cabello
flotando al viento.
Ya no
reconozco las calles.
Mis
calles.
Porque otros, muchos, demasiados, trabajan para «facer
unas Españas» extrañas, lejanas y ausentes arrancando sus raíces.
Ya no
reconozco las calles porque no son mis calles.
Son sus
calles.
(XI Antología)
No hay comentarios:
Publicar un comentario