COMO EL HILO A LA COMETA
Marina alarga la zancada y apoya
ambos pies en la escalera mecánica. Indolentemente mira a ambos andenes,
mientras entre dientes susurra cómo la soledad también ha llegado a la
estación. De repente, el pitido del tren le despierta de su ensueño y vuela los
últimos escalones para precipitarse sobre las puertas del metro.
Ya en el interior, alcanza un
asiento mientras una algarabía de voces, risas y sonidos estridentes inunda el
ambiente. Abre el libro y el entorno pasa a un segundo plano: «Antolín se pasea
mientras chisca el cigarro con su mechero de cuerda. “Jodido sueño”, dice
mientras se rasca la cabeza y bosteza. Instintivamente gira la cabeza y algo le
alerta. El pestillo está levantado y el portón, entreabierto…».
Marina continúa la lectura
mientras imperceptiblemente el olor de un viajero cercano la ha conectado, como
el hilo a la cometa, a su infancia; es el aroma del colegio, de lapiceros y
gomas de borrar. Intenta regresar a la lectura: «“Juraría haber atrancado la
puerta”, piensa mientras estira las piernas. Se dirige a la bodega en donde
almacena los aparejos… de pescaaa… pesca…». Ese olor sigue ahí junto a ella y
no puede desprenderse de él; piensa en la clase, los pupitres, los recreos con
pan y chocolate mientras salta a la comba; es una criatura feliz de siete años.
Intenta volver a la lectura: «Al encender la pera de la luz, Antolín se
desencaja. Todo ha desaparecido; su almacén está vacío y, con él, su pasado, su
pasado, su paasaaadoo ha desaparecido…». Mientras, Marina se refugia en el
suyo, sonriendo, cerrando el libro y adormeciéndose entre recuerdos.
M.ª Victoria Nieto Sánchez
Seudónimo: Candelas
Nacida en MADRID, reside en Ávila
Profesora jubilada de la ESO y Bachillerato
(XII Antología)
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