EL PLAN DIVINO
Cuando las noticias sobre el
segundo diluvio comenzaron a circular, la gente del siglo xxi tomó la determinación de no cometer
el mismo error que sus antepasados, los contemporáneos de Noé.
Por supuesto, una gran
embarcación en la cupieran todas las especies animales era algo impráctico.
Pero si cada familia construía una pequeña arca y en ella guarecía mínimo a un
par de ejemplares, el reino animal y de paso sus benefactores podrían salvarse.
Los planes pronto se pusieron en
marcha, y gracias a las redes sociales pudo asegurarse que ninguna especie se
quedara atrás.
Solo un obstinado plomero se negó
a la iniciativa. En vez de construir su arca estuvo añadiendo tubos y creando
una complicada red de conexiones subterráneas, y ante el cuestionar de sus
vecinos se limitaba a decir que había recibido un mensaje divino y debía
completar su obra antes de las primeras lluvias.
Los preparativos para el diluvio
estuvieron listos justo a tiempo, a los del plomero solo les faltaba un pequeño
detalle. Desde temprano en la mañana había estado tratando de ajustar un anillo
de caucho a la boca de un embudo que coronaba su maraña de tubos. «Debe haber
un error», se repetía una y otra vez mientras las primeras gotas del diluvio
empezaron a caer.
Sus vecinos decidieron que no
podían dejarlo atrás y a rastras lo llevaron hasta una de las arcas, mientras
el desesperado plomero suplicaba por unos minutos más.
Los vecinos pensaron que estaba
delirando. La puerta del arca se cerró a sus espaldas y las lluvias del diluvio
arreciaron.
Cuando por fin aquella pesadilla
hubo terminado; se celebró el comienzo de una nueva era, pero nadie sospechó
que se había frustrado el plan divino de usar las aguas del diluvio para apagar
las del infierno.
Eugenio Pacelli Torres Valderrama
Reside en VIENA (Austria)
(XII Antología)
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