«La tarde que los
dieciocho fantasmas atracaron en Sanlúcar, yo erraba por el puerto… El último
fantasma que descendió del barco se me plantó de frente y se me quedó mirando…
Oí decir al fantasma que si quería saber la verdad de las historias, fuera a
encontrarme con ellas y a ponerlas por escrito, que para “facer Españas: tarea
común” se necesitan manos que escriban y que guarden la memoria» (pág. 66,
Julia Amezúa, «Hijo de la mar océana»).
No hay comentarios:
Publicar un comentario