«… A mi padre le encantaba la poesía y le gustaba mi forma de
interpretar los poemas, por lo que me otorgaba una atractiva recompensa por
cada poema aprendido e interpretado, esto adicionalmente me trajo por aquellos
días la complicación de deambular con un particular efecto rítmico y rimado,
despierta y dormida. A la postre me dejó el amor por el dulce sonido del idioma
español, mi idioma…» (pág. 104, Martha J. Arias Merino, «Mi idioma»).
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