Páginas

lunes, 12 de octubre de 2020

DÍA DE LA HISPANIDAD Y DE LA LENGUA ESPAÑOLA

Todos los años celebramos el Día de la Hispanidad y de la Lengua Española con un fragmento de algún discurso de los CILE. Nada une más que un idioma en común.

«Los conquistadores fueron conquistados por el silencio del Nuevo Mundo, por su misterio, por su carácter de paraíso en la tierra: silencio subrayado por el canto de los pájaros, por el viento en la selva, por los rumores del agua. Pero los conquistadores, sin proponérselo, quizá sin tener una conciencia exacta del tema, nos dejaron el idioma, esto es, las palabras: su rumor, su música, su estructura. En un notable paréntesis de sus memorias, en una letra cursiva, incidental, Pablo Neruda dice que a los conquistadores se les caían “de las botas, de las barbas, de los yelmos, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí…”. Antes que Neruda, en la segunda mitad del siglo xix, Rubén Darío, viajero en Valparaíso, residente mal adaptado, introdujo un aire nuevo, “un aire suave de pausados giros”, para decirlo en la forma suya, en el ritmo, en el tono, en los ecos del idioma. Este congreso ha sido colocado a la sombra suya y a la de otros dos grandes poetas: Luis Palés Matos, que inventó sonoridades, indigenismos que se adaptaban, sin embargo, a las columnas vertebrales de la lengua, innovador imaginativo, fantasioso, y de manera quizá paradójica, respetuoso, ya que sometía los sones selváticos al metro riguroso, a la más estricta gramática. A mí me hace pensar en fantasmas oscuros de la pintura de Wilfredo Lam, en ojos carnavalescos. ¿Y qué decir de Pedro Salinas, de don Pedro, el tercer poeta que invocamos y celebramos? Salinas se acercó a lo hispanoamericano con elegancia, con rigor, con precisión cristalina en su poesía y en su pensamiento, y a la vez con auténtico afecto, con enorme apertura. Nos enseñó cosas de la más pura tradición hispánica y a la vez nos aceptó en nuestra identidad particular, comprendió nuestras notas disonantes, nuestros aires propios […]. Tengo poco espacio y poco tiempo, pero mi conclusión, a pesar de todas las apariencias, es optimista. Nuestros universos verbales son amplios universos mentales. Lo que necesitamos, en consecuencia, es fidelidad, conocimiento y respeto del pasado, para entrar en el futuro con paso firme. No perdernos en las ramas, en la inseguridad, en el dogmatismo, en las malas imitaciones. Tenemos un idioma rico, de una extensión y una diversidad geográfica impresionantes, y un pensamiento que siempre evita la ostentación, pero que sueña y a la vez cala en la realidad. Es una lengua que hemos escuchado siempre, que nos remueve las entrañas cada vez que volvemos a escucharla, como dijo, sabia y terca, Gabriela Mistral, y que una vez más nos convoca» (Jorge Edwards, inauguración del VII CILE San Juan de Puerto Rico, 15 de marzo de 2016).




No hay comentarios:

Publicar un comentario