Todos los años celebramos el Día de la
Hispanidad y de la Lengua Española con un fragmento de algún discurso de los CILE.
Nada une más que un idioma en común.
«Los conquistadores
fueron conquistados por el silencio del Nuevo Mundo, por su misterio, por su
carácter de paraíso en la tierra: silencio subrayado por el canto de los
pájaros, por el viento en la selva, por los rumores del agua. Pero los
conquistadores, sin proponérselo, quizá sin tener una conciencia exacta del
tema, nos dejaron el idioma, esto es, las palabras: su rumor, su música, su
estructura. En un notable paréntesis de sus memorias, en una letra cursiva,
incidental, Pablo Neruda dice que a los conquistadores se les caían “de las
botas, de las barbas, de los yelmos, de las herraduras, como piedrecitas, las
palabras luminosas que se quedaron aquí…”. Antes que Neruda, en la segunda
mitad del siglo xix, Rubén Darío,
viajero en Valparaíso, residente mal adaptado, introdujo un aire nuevo, “un
aire suave de pausados giros”, para decirlo en la forma suya, en el ritmo, en
el tono, en los ecos del idioma. Este congreso ha sido colocado a la sombra
suya y a la de otros dos grandes poetas: Luis Palés Matos, que inventó
sonoridades, indigenismos que se adaptaban, sin embargo, a las columnas
vertebrales de la lengua, innovador imaginativo, fantasioso, y de manera quizá
paradójica, respetuoso, ya que sometía los sones selváticos al metro riguroso,
a la más estricta gramática. A mí me hace pensar en fantasmas oscuros de la
pintura de Wilfredo Lam, en ojos carnavalescos. ¿Y qué decir de Pedro Salinas,
de don Pedro, el tercer poeta que invocamos y celebramos? Salinas se acercó a
lo hispanoamericano con elegancia, con rigor, con precisión cristalina en su
poesía y en su pensamiento, y a la vez con auténtico afecto, con enorme
apertura. Nos enseñó cosas de la más pura tradición hispánica y a la vez nos
aceptó en nuestra identidad particular, comprendió nuestras notas disonantes,
nuestros aires propios […]. Tengo poco espacio y poco tiempo, pero mi
conclusión, a pesar de todas las apariencias, es optimista. Nuestros universos
verbales son amplios universos mentales. Lo que necesitamos, en consecuencia,
es fidelidad, conocimiento y respeto del pasado, para entrar en el futuro con
paso firme. No perdernos en las ramas, en la inseguridad, en el dogmatismo, en
las malas imitaciones. Tenemos un idioma rico, de una extensión y una
diversidad geográfica impresionantes, y un pensamiento que siempre evita la
ostentación, pero que sueña y a la vez cala en la realidad. Es una lengua que
hemos escuchado siempre, que nos remueve las entrañas cada vez que volvemos a
escucharla, como dijo, sabia y terca, Gabriela Mistral, y que una vez más nos
convoca» (Jorge Edwards, inauguración del VII CILE San Juan de Puerto Rico, 15
de marzo de 2016).
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