XOCHIYÁOYOTL
MUERTE
FLORECIDA
Una
nueva noche España se despertó. Se levantó del letargo. Seguía enamorada del
extranjero espejismo. Desde la ventana contemplo su oscuridad luna luz llena.
Sabía que para crecer tenía que reconocerse y acercarse a ella misma y a las
tantas ellas y ellos que la habitan y visten, solo así podría amar y ser amada
con abundante hondura. Al alba tendría que enterrar a sus muertos, aceptar sus
pérdidas, perdonar su pasado, permitirse doler para dejar llegar las mariposas
de las tierras lejanas que vuelan en su jardín. Mariposas que desafiando
fronteras emigran con tejido de mujer, corteza de hombre, médula de niños hasta
la madre endodermis del presente que guarda. En su amanecer España cerró los
ojos y le brotaron una a una lágrimas del jade más verde que habría podido
existir sobre la tierra. De su lengua surgió un pájaro ensueño de reina
serpiente roja. De sus pies nacieron geométricas raíces ambarinas acompasando
paisajes peregrinos. En el reflejo de las sombras encendió tres velas, se miró
fijamente y preguntó a su nahual: «¿Quién soy? ¿A dónde voy? ¿Quién deseo
ser?». Respiro profundo. Llevo sus manos al pecho. Saco
su corazón. Lo abrió. El río de la vida le habló desde la memoria
mitocondria de quien su óvulo le brinda para gestarse acompañada de la fuerza
del marfil, la plasticidad del oro, la delicadeza del barro, de las canteras y
cantos antiguos de quien aún se construye y alimenta. Era mañana, cuando España
calentó agua para el café y preparaba tostadas de tomate y oliva, el integral
pan le recordó la simplicidad de la vida: ser semilla como el trigo, el maíz o
el arroz, ser Europa, ser África, ser América, ser mundo, ser corazón, mente,
espíritu que vibra en la sabiduría de todas las formas y voces del universo,
con un sueño sol interior que siempre florece y brilla.
Berenice G. F.
(XIII Antología)
No hay comentarios:
Publicar un comentario