
EL
INCA MESTIZO ANTE LA MUERTE
(EL
INCA GARCILASO DE LA VEGA)
Barrunto
el aliento de la muerte y en esta convalecencia de los sentidos es mi deseo el
dar testimonio de los ramales y bifurcaciones de mi existencia. En mi sangre
hormigueó siempre el sol grato de mi herencia incaica, y mi leal madre, la
bienamada Chimpu Ocilo, y su merecida estirpe no dejaron de turbar mis
remembranzas y de confirmar mi plural identidad. Entre lealtades que no son
opuestas, sino complementarias, se forjó mi lugar en el mundo y en la talega de
mi entendimiento pude conciliar la mitología del Imperio de los hijos del sol
con la suprema doctrina del Cristo crucificado, que es el verdadero hijo de
Dios.
A
la muerte de mi padre, el valeroso caballero de muy noble cuna, Sebastián
Garcilaso de la Vega, corregidor de Cuzco, hice un largo viaje con el afán de
conocer por de fuera y por de dentro la otra mitad de mi abolengo. Largo fue el
periplo, desde Cuzco hasta Lima, para encadenar luego Cartagena, Panamá, las
Azores y Lisboa, hasta llegar a Sevilla, esa ciudad que es regocijo frente a
los pesares. Bajo cristiana protección me cobijaron mis magnánimos tíos en un
lugar de las tierras cordobesas que atiende por el nombre de Montilla, donde mi
espíritu encontró la golondrina amable de la paciencia y el sosiego, virtudes
que necesita quien como yo acarreó siempre el cuño gravoso de mestizo.
De
mi obra ya sabéis algo, pues ganó cierta nombradía, aunque pequeña recompensa,
frente a la sombra y la modorra. Es mi esperanza que ese legado sobreviva a las
acechanzas del futuro, pues el mensaje que encomiendo a los que han de venir es
el de la esperanza en la unión entre el Viejo y el Nuevo Mundo en un fruto
fecundo para el encuentro perenne de generaciones y culturas. No es menester el
ocultar en esta hora postrera que fui quién de tildar a la conquista como
tragedia, pues me arrebató, para tormento de mi ánimo, a una parte de mi linaje
incaico, pero bien supe entender que del brío de los conquistadores, como lo
era mi señor padre, nació el fermento de una suerte de gran mestizaje
universal.
No
quisiera olvidarme en este momento postrero de mis antepasados, Túpac Yupanqui
y Huayna Cápac, emperadores supremos de las Indias, ni de mi honrado escudo
español, que me emparenta con los más grandes de las letras, como lo fueron mi
tío abuelo, el otro Garcilaso, el mismísimo marqués de Santillana y el gran
Jorge Manrique. Que la evocación de este perito en letras, el Inca Garcilaso de
la Vega, quede unido para siempre al ánimo ferviente de ser ejemplo de la unión
de las culturas en un nuevo mundo hispánico y mestizo.
Francisco Xavier Lama López
Ha trabajado en medios de comunicación y como
profesor universitario
Aspira a escribir algunos versos aceptables, a
seguir plantando árboles, a perderse en la naturaleza y a continuar viajando
con la imaginación
(XIV Antología)
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