A
UNA Y OTRA ORILLA
La
historia. Esa gran meretriz que entretiene sus días reescribiendo las empresas
que en el mundo han sido. Tornadiza como el viento en las estepas, con su pluma
mercenaria que todo lo trastoca, al albur de los vaivenes del tiempo y el
espacio. Impávida Penélope que avanza y retrocede, como el mar que desconoce el
objeto de su industria.
La
historia. La misma que cantó mis hazañas de Chacabuco y Maipú y esculpió en el
frontispicio de los siglos el laureado título de «Protector del Perú». Esa que
hoy viene a dar fe de mis victorias al mando de este ejército de palomas
grises, que elevan el vuelo hacia el horizonte de una revolución de migas de
pan duro y granos de maíz en decenas de glorietas y jardines, a una y otra
orilla de la mar océana, en una clara, desinhibida y persistente vocación de
mestizaje.
O
acaso no canten mis victorias, ¡otra vez la arpía haciendo de las suyas!, sino
más bien la sórdida crónica de mi lenta derrota a lomos de este corcel de
bronce percudido de heces blancas.
Pero
mi dolor es menos y se atenúa cuando pienso que otros próceres de la patria,
hermanos en la causa y en la lengua común que nos regalara España, tales como
Martí, como O’Higgins, como Bolívar, también arrastran su gloria por los
bulevares, cubiertos por el verde cardenillo del tiempo inexorable y el albo y
fútil manto de la incuria.
Juan
de Molina
(XIV Antología)
(XIV Antología)
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