«… cuando la nostalgia le atizaba los huesos,
pensaba en aquel hogar humilde, construido con sus propias manos y edificado
sobre muros de adobe, que si bien no había servido para evitar que las gotas se
colaran por el tejado en los días de tormenta, sí había albergado largas noches
de estudio para que su hija encontrara un mejor futuro en España…» (pág. 102,
Daniel Hareg, «Orquídeas»).
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