«… El
viaje iba a ser un poco largo y aunque llevaba un libro, aquel rostro
redondito, ojos negros y tono de voz me indicaban que tenía muchas cosas que
decir, y yo que escuchar… No éramos las mismas al apearnos del autobús. Yo me
había vuelto más boliviana, ella más española y ambas dos mujeres más
completas» (pág. 118, Tana Espín Valera, «En el autobús»).
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