DOMINI CANIS
Aquel
agosto, el Colegio de San Gregorio de Valladolid estaba inundado de túnicas
negras que lo recorrían al mismo ritmo que habían recorrido cientos de
kilómetros desde Salamanca. Las siluetas de las esclavinas se recortaban a la
fúnebre luz de unas velas conscientes de que aquella junta podía legitimar un
genocidio en el otro mundo. Yo no estuve allí, pero aun así parece que lo
hubiera vivido pues conozco perfectamente las palabras heredadas de fray Bartolomé
de las Casas, por las que fue merecedor de ser llamado el defensor de los
indios: la luz no debe imponerse, debe regalarse; la virtud y el saber son
creaciones de Dios que a todo hombre le corresponde recibir cuando adquiere
conciencia de que siempre fueron suyas. «Facer Españas» es llegar a sus tierras
con la humilde disposición de un cachorro que porta en sus fauces la sapiente
antorcha y acompaña fiel y sempiternamente a aquel que acepta su ofrenda.
Si
apareciéramos sobre ellos, a hombros de nuestros gigantes con guadañas,
sosteniendo en una mano la fulgurante antorcha, y en la otra el Evangelio, solo
obtendríamos las palabras de Diógenes que en su ficticio encuentro con el
Magno, cuando este le ofreció darle lo que deseara, respondió: «Aparta, me
tapas el sol». Y entonces, yo solo podría deciros lo mismo que dijo el general,
pero desde mi hábito: «Si no hubiera sido un perro del Señor, como perro,
habría querido ser un cínico». Es inquietante advertir que tras tanto océano
surcado, viento combatido, fuego doblegado y tierra hallada, hemos conquistado
todos los elementos de la naturaleza, excepto los de la humana. ¿Cuándo
entenderemos que la condena de un indio implica en el otro platillo de la
balanza la de un español?, «que nosotros mismos, en nuestros antecesores,
fuimos peores».
Natalia Polo Chocano
Natural de Albacete
Estudiante de Historia del Arte en la Universitat de
València
Ha realizado publicaciones en diversas revistas
culturales
Antologizada en los Premios Orola 2019 y 2021
(XVI Antología)
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